Europa - Ciné

Otesánek: el cine secreto de Jan Švankmajer

Daniel Sáiz Lorca, Culturamas - 31 de enero de 2013
Otesánek (2001) no es una película de estreno reciente. De hecho no sé si se llegó a estrenar en España, salvo en pases hace unos años en el Cine Doré. Y sin embargo, merece una crítica y darla a conocer porque es una pequeña joya del cine europeo reciente.

Otesánek (2001) no es una película de estreno reciente. De hecho no sé si se llegó a estrenar en España, salvo en pases hace unos años en el Cine Doré. Y sin embargo, merece una crítica y darla a conocer. ¿Por qué? Porque es una pequeña joya del cine europeo reciente (una coproducción anglo-checo-japonesa, por cierto). Vayamos por partes.

El director:

Jan Švankmajer (1938). Un genio de la animación en stop-motion, pero combinada con imágenes reales, con la tradicional y, sobre todo, con una influencia tremenda del surrealismo. A lo largo del pasado año recibió cierto reconocimiento en España con una retrospectiva en la Filmoteca Nacional, exposiciones sobre su labor cinematográfica y la presentación de la traducción al español de su libro Para ver, cierra los ojos (Editorial Pepitas de Calabaza, 2012). En un país donde la animación en stop-motion tuvo su edad dorada con las películas de Jiří Trnka allá por los años cincuenta del siglo XX (mencionemos Staré povesti české (Antiguos cuentos checos) o Sen noci svatojanske (El sueño de una noche de verano), Jan Švankmajer continúa utilizando esa técnica, pero como un alquimista: utilizando aquí y allá escenas reales, escenas animadas y stop-motion, logrando con ello un verdadero collage cinematográfico y que, sobre todo, no es forzado, sino que permite que la acción y la trama se desarrollen pese a la aparente ruptura entre uno y otro formato.

La película:

En el siglo XIX Karel Jaromír Erben compiló antiguas leyendas checas y cuentos, en plena efervescencia nacionalista. Jan Švankmajer revisita y actualiza un cuento suyo, titulado igualmente Otesánek. Sin saber de qué trata el cuento, el shock que producen las primeras escenas en un espectador puede ser bestial. A saber: un señor mira por la ventana y ve cómo en la calle, donde deberían estar vendiendo carpas vivas, en lugar de una carpa a una señora le despachan un bebé llorón y se lo envuelven en papel de periódico. Inquietante. El relato de Erben nos cuenta que una pareja no puede tener niños y está frustrada. El marido, arando en el huerto, halla un día un madero con forma de bebé y se lo lleva a casa, tan contento, para sorprender a la mujer. El madero milagrosamente cobrará vida, pero tendrá un apetito voraz, crece, crece y acabará devorando a todo ser o persona que se le acerque. El cuento irá apareciendo a lo largo de la película, en forma de dibujo animado tradicional.

Con unos padres que desean tener un hijo comienza la reinterpretación de Jan Švankmajer del relato de Erben. Tras la delirante primera escena del bebé despachado, que ya descoloca bastante al espectador, asistimos a la presentación de toda una retahíla de personajes inquietantes: el padre que ve bebés por todas partes, la desquiciada esposa que no puede tener un hijo y va cayendo en la locura según avanza la trama, la niña pequeña de los vecinos que está obsesionada con el sexo y lee constantemente sobre ello (además de leer los Cuentos de Erben, manera de introducir el corto animado sobre Otesánek en la trama), un viejo pedófilo que acosa a la niña constantemente por las escaleras del inmueble –hilarante la escena de la erección del anciano, realizada con animación-, una anciana que trabaja una pequeña huerta en la finca y tiene controlados a los inquilinos (a la sazón la que acaba con Otesánek en el cuento), una trabajadora social que investigará a la madre de Otesánek por su raro comportamiento y el mismo el leño que da nombre a la cinta, animado, juguetón, que se ríe y llora como un bebé cuando tiene hambre y que va creciendo y creciendo con sus ramitas…

Los temas que tratan o se sugieren son innumerables: la angustia por no tener hijos y que conduce a la demencia sobre todo de la madre, las relaciones de familia (los diálogos de la niña con los vecinos son especialmente divertidos), la crítica a las convenciones sociales, la gula (durante la película la comida aparece constantemente), el deseo sexual (sobre todo en el viejo pederasta al que le falla el corazón si se excita, como le advierte la niña para que tenga cuidado), la crítica a la sociedad de consumo a la que Rep. Checa estaba casi recién llegada (fijaos en los anuncios publicitarios que van saliendo en la televisión de la casa de la niña)…

Parece un totum revolutum temático. Por lo que hemos dicho bien podría ser una película gamberra de John Waters con personajes estrambóticos o The Little Shop of Horrors (1960, Roger Corman) con monstruito tragón en lugar de planta marciana… Quizá algo tenga de los dos, sí, pero en Otesánek todo encaja y la convierte en una joyita del cine europeo reciente: la estética, la trama, las interpretaciones (geniales sobre todo Veronika Zilkova como la madre y la pequeña Kristina Adamcova como la niña de los vecinos), los efectos especiales. El humor negro como aderezo y un poco de gore hacen el resto. Incluso la música de Karl Maria von Weber, que ni siquiera es original para el relato, parece aportar su granito de arena para hacer una película redonda.

Otesánek es una película divertida, sarcástica y surrealista, con un ritmo trepidante y diálogos geniales, que no es poco en los tiempos que corren. A todo ello sumemos que pese a lo aparentemente local de la cinta (es checa y se basa en un cuento checo del XIX con lo que eso puede echar para atrás a cierto tipo de espectador), esa dificultad se salta con creces al tratar temas universales y hacerlo con humor y mucho arte, arte en todos los sentidos: las animaciones que imitan ilustraciones de libro infantil, el stop-motion, la imagen, los anuncios publicitarios y la música. A todas luces recomendable, para quien tenga la oportunidad de hacerse con el DVD o verla en un ciclo.



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