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Entrevista a Mayte Carrasco, reportera de guerra

Anna Maria Iglesias, Culturamas - 14 de mayo de 2013
Entrevista a Mayte Carrasco: periodista freelance, reportera de guerra y autora de La Kamikaze y Estaré en el paraíso.

Te has mostrado en más de una ocasión crítica con la industria periodística y con el maltrato, escondido tras la excusa de la crisis, que se da a la información internacional y al reporterismo de guerra, quería preguntarte sobre la responsabilidad, no tanto de los medios, sino de los espectadores y de los lectores y de su posible falta de interés por dichos temas
El problema reside en el hecho de que en España no sólo hay una crisis económica, sino también una crisis social y cultural; esta última viene de lejos, pues desde hace ya muchos años no hay un interés por conocer aquello que sucede más allá de las propias fronteras. Además, desde que empezó la crisis, la gente focaliza su interés en los problemas que aquí se viven, problemas que son graves, evidentemente, sin embargo creo que se debería mostrar más interés acerca de lo que sucede fuera, para poder así comparar y observar que no estamos tan mal con respecto a otros países, donde hay guerras y donde hay víctimas. En España tenemos muy poca memoria y se nos ha olvidado demasiado rápidamente que aquí también hubo una guerra y hubo víctimas y hubo verdugos. Mi generación –Mayte Carrasco nació en 1974-, ha vivido siempre en democracia y no tenemos memoria histórica que nos haya permitido conocer y recordar nuestros orígenes y, a la vez, que nos hubiera despertado el interés por otras culturas. Creo que España falta el deseo por leer más, por conocer más y éste es un problema que viene de lejos

Un problema que seguramente se ha agravado en los últimos años, basta con observar la preparación histórica y cultural de los adolescentes de hoy día
Ahora vamos a peor. Si en su día nosotros ya no estudiamos historia de España, imagínate las generaciones que vienen, generaciones que apenas han estudiado historia contemporánea del mundo y que no conocen la historia de España. Es triste ver el desinterés que existe por los conflictos que yo cubro y, a la vez, el interés que despiertan determinados programas, como los de Belén Esteban, por ejemplo. La televisión tiene tres funciones: entretener, informar y educar; actualmente sólo se está entreteniendo y éste es el gran problema, nos hemos olvidado de educar y de informar.

La sobreinformación no equivale a información rigurosa, son dos conceptos que no siempre se dan la mano
Lo que falta es calidad de la información; toda la información que se ofrece es escueta, es simple, es sensacionalista y la gente termina por no comprender exactamente lo que está sucediendo. Esto provoca que la gente prefiera el mero entretenimiento; también es cierto que cuando se acostumbra uno a lo fácil, resulta complicado eso de coger un libro y profundizar. Me contaban algunos amigos, amigos con carrera que, al final del día, lo único que quieren es llegar a casa y ver Los Serrano, no les apetece nada ver un documental que les haga pensar. Fíjate que grave que es la situación: en el tiempo de ocio, pensar se ha convertido aparentemente en una losa; algo estaremos haciendo mal. A lo mejor tendríamos que intentar transmitir la sabiduría de una manera más amena, que no resulte pesada de tal manera que no hubiera tanta diferencia de preferencias por un documental tostón y un programa como Gran Hermano. Debería haber un punto medio para que así el espectador pudiera encontrar la información y la sabiduría sin que termine siendo un “coñazo”.

Además, podría debería tratarse mejor el reportaje escrito, los largos reportajes antes habituales en la prensa escrita.
Yo creo que en la extensión no está necesariamente la calidad. Una novela como Seda de Alessandro Baricco es un texto breve, mientras que Las Benévolas de Jonathan Littell es una novela muy extensa, sin embargo las dos son dos obras de arte. La calidad no depende tanto de la extensión, sino de la escritura, de la narración…Un reportaje de un minuto te puede impresionar mucho más que un reportaje de dos horas, porque depende de la calidad de la historia, de cómo se cuenta y de quien está detrás de ella

Sin embargo, para relatar en profundidad las realidades de las que tú eres testigo se necesita tiempo para investigar y tiempo y espacio para contar
No me preocupa tanto la noticia de un minuto y medio en el telediario, pues siempre ha existido, sino la tendencia de hoy en día de contar una Revolución Árabe en 140 caracteres. No se puede explicar una revolución en 140 caracteres, además de que resulta absurdo en un espacio infinito como es Internet. La realidad cada vez es más compleja, los conflictos son cada vez más complejos y con pocos caracteres no se puede explicar el contexto, las causas por las que la gente ha llegado al punto de coger las armas; tampoco se puede hablar así de los bandos enfrentados, contar quién es quién. Para responder a cada una de estas preguntas se necesita de profundidad, en un tuit no puedo explicar lo que yo veo. El hecho de que esos pocos caracteres sirvan para contar un conflicto es una falacia y, creo, que antes o después, esta burbuja estallará y la gente se dará cuenta de lo efímera que es la información en twitter. Escribiendo libros me he dado cuenta que cuando escribes algo lo dejas para siempre.


¿De ahí tu decisión de pasarte a la novela?
Yo siempre quise escribir; cuando tenía diez años ya soñaba con escribir, no quería ser periodista, quería ser escritora. Hice periodismo porque era lo más próximo para poder escribir, puesto que me siento muy feliz cuando escribo, para mí es como una terapia. Hace dos años La esfera de los libros me propuso escribir un libro, y fue entonces cuando decidí mezclar la novela negra, género que siempre me había gustado, con el reporterismo de guerra; así nació La Kamikaze

A veces la ficción es la mejor de las formas posibles para poder contar la realidad
A mí me apetecía hacer un libro que no tuviera personajes reales, crear personajes esperpénticos como los de la novela, personajes llevados al extremo. Es cierto que la ficción tiene el poder de cambiar la realidad, para mí incluso de transformarla. En un texto periodístico no hubiera podido entrar en la interioridad de los personajes y contar lo que sienten, pero al inventar, he podido mostrar al lector como sienten realmente esas gentes que son testigos de la guerra. Me apetecía escribir un libro a través del cual hablar de Afganistán desde mi punto de vista y a partir de esos personajes un poco estrambóticos y con la ficción podía hacerlo, pues era como crear un mundo paralelo. Quería salir del periodismo, ser más libre, utilizar recursos literarios. El estilo periodístico más estricto no te lo permite hacer, y a mí me apetecía, como dicen los franceses, (te) laissez aller y dejarme llevar por ese espíritu literario que siempre me ha invadido

Con Yulia muestras, entonces, la manera de vivir los conflictos desde la mirada de la mujer
Con las compañeras que me he encontrado sobre el terreno hablamos mucho de cómo sentimos las cosas, de cómo te enamoras…allí los sentimientos son más fuertes: es como una montaña rusa, los sentimientos son muy fuertes a causa de la adrenalina, del hecho de tener la muerte muy cerca y de querer vivir cada día como si fuera el último; más tarde, cuando regresas a casa, sufres decepciones por buscar el amor o la estabilidad y no encontrarla. Con Yulia quería mostrar esas otras reporteras que están sobre el terreno y de las cuales hablamos poco, se habla poco de lo que sienten y de lo que viven

No era tanto por esto, sino por la auténtica relevancia del tema. Es decir, se debería hablar, como en cualquier otra profesión, de reporterismo de guerra y no de si se es mujer u hombre
Cuando me preguntan sobre la profesión sobre el terreno, siempre dejo claro que en el desarrollo del trabajo no hay diferencias, cada uno hace su trabajo como cree, algunos son más sensibles, otros menos; algunos hablan de armas y otros se interesan más por las historias de las personas. Luego, la diferencia es que nosotras nos tenemos que tapar más, nos tenemos que poner un hiyab, por ejemplo, pero esto sucede sólo en algunos países musulmanes y taparse es una muestra de respeto por la cultura. Estoy, además, convencida que si un reportero tuviese que taparse la cabeza lo haría sin problema

Retomando un poco el tema de la crisis del periodismo, podemos decir que actualmente, al menos aquí, contemplamos un escenario bastante desértico
Personalmente, creo que hay una gran confusión. Cuando en televisión personas salidas de Gran Hermano que se reconvierten en tertulianos y hablan acerca de la monarquía como si sentaran sentencia, es que hay una confusión de roles. Cuando los tertulianos no son intelectuales, no se escuchan las opiniones de los grandes escritores, de los filósofos, de los expertos, cuando la gente ya no sabe quién es periodista y quién no, la profesión se degrada, la gente deja de considerar dignamente la profesión.

Sin tener que hablar del pseudo-periodismo que se practica en muchos programas, basta con escuchar algunas tertulias políticas para darse cuenta que los discursos son eslóganes vacíos de información real y de sentido crítico
En España tenemos un gran problema con la herencia del pasado y con el dualismo izquierda/derecha que no hemos todavía superado. Los medios no se dan cuenta que las personas y, en especial, las nuevas generaciones ya no participan de este dualismo; no compran un periódico y no otro solamente por ser de izquierda o de derecha, lo que reclaman es información veraz. La autocrítica que yo hago es que si hemos perdido credibilidad es porque los medios se han convertido en la voz de un partido o de otro

Como dice Rosa María Calaf es un batallón de todólogos: lo mismo te hablan de la monarquía que de fútbol, pasando por Siria y regresando al Senado. Saben de todo y de todo te dan una opinión muy precisa.

Sin embargo, tras este desértico escenario, se esconden grandes periodistas, a los que no siempre se les ve. Y pensando en periodistas mujeres, aparte de Rosa María Calaf o de ti, hay Mónica G. Prieto, que acaba de ganar el premio José Couso de Libertad de prensa
Pero no se cuanta visibilidad tenemos. Antes mencionabas el documental Los ojos de la guerra; yo me quejé con el director porque en él se mostraban a cuatro hombres y a tres mujeres –Olga Rodríguez, Mónica G. Prieto y yo- ellos en zona de conflicto y nosotras sentadas en una silla. Con esto, ¿Qué se quiere decir? ¿Qué yo no viajo? La cuestión es que a mí no se me ha grabado sobre el terreno porque no ha apetecido, porque se sigue dando más visibilidad a los hombres. Éste es un grave problema que tenemos, como también lo tenemos en el momento de recibir premios; las periodistas recibimos los premios sólo cuando hemos llegado a una cierta edad y, además, para recibirlo tienes que hacer el triple salto mortal. Y aunque he recibido críticas por realizar estos comentarios, yo seguiré denunciando estas desigualdades, porque de la misma manera que voy a una guerra y denuncio las injusticias de las que allí soy testigo, cuando vuelvo a casa tengo que denunciar también las injusticias que observo a mí alrededor. Evidentemente, no comparo la situación de la mujer en occidente con la de otros países, pero, en referencia al periodismo, denuncio las desigualdades que existen; cuando en una redacción, por ejemplo, una mujer se queda embarazada, ya no la vuelven a enviar a una guerra.


En el mundo del reporterismo de guerra, el hecho de ser freelance, juntamente a las dificultades y la precariedad que condenabas en Queremos saber, te concede un espacio de libertad inigualable
Yo empecé a ser freelance un poco por obligación, en el 2004, cuando ya empezaba la crisis y cuando Telecinco había cerrado corresponsalías y, por tanto, se cobraba a la pieza. Con el tiempo se ha convertido en una elección: ser freelance me da la posibilidad de elegir dónde quiero ir y cuánto tiempo quiero ir; me da la posibilidad de ir a conflictos olvidados donde no me enviarían nunca y además me da la posibilidad de escribir y de realizar otro tipo de proyectos como ser comisaria de una exposición de fotoperiodismo, hacer conferencias o dar clase en la universidad. Todo esto me enriquece mucho más que estar ocho horas en una redacción viendo llegar las noticias de agencia, porque ahora las redacciones ya no envían a los periodistas a cubrir los conflictos.

Ya para terminar, quería detenerme un momento en la cuestión de Siria: tú te mostraste muy crítica con respecto al inmovilismo de la Comunidad Internacional, y quisiera preguntar si crees que una intervención hubiera sido necesaria
Yo he criticado el inmovilismo, pero como periodista y por todas las guerras que he visto no soy partidaria de una intervención militar. Creo que el recurso a la fuerza es lo último, una intervención militar sobre el terreno agravaría las cosas; el inmovilismo ha hecho muchísimo daño, pero no el inmovilismo militar, sino humanitario: no ha llegado absolutamente nada al pueblo Sirio, ni ayuda económica ni ayuda médica, ni tampoco comida o ropa. Cuando se estaban desangrando en Homs,  en el hospital de Al Qusayr no tenían medicamentos, no se ha abierto un corredor humanitario para ayudar a escapar a los refugiados que están atrapados dentro. Se ha formado un tal sentimiento de abandono en el pueblo sirio, que una pequeña parte empieza a adoptar el peor de los caminos, que es el radicalismo. Al ver el apoyo que se había ofrecido durante la cuestión en Libia, se despertaron muchas ilusiones en el pueblo sirio, vieron que Francia, USA y Gran Bretaña se habían implicado y creían que en su caso volverían a implicarse

Es sintomático el hecho que Alberto Arce en Misrata Calling comenta también el sentimiento de abandono que sentían los rebeldes libios
Imagínate lo que deben de sentir en Siria. Me molesta mucho que en la prensa internacional aparezca sólo el nombre de Al Qaeda o que se hable de Al Nusra como de la oposición militar, cuando en realidad no forma parte del Ejército Libre Sirio; dicho esto, es verdad que el sentimiento de abandono ha hecho que algunos, no todos, porque en Siria no está extendido el radicalismo, se apoyen en grupos más radicales en los que encuentran el apoyo que no tienen. Ahora ya no hay forma de ayudar a Siria y la situación sólo puede empeorar. A Occidente le interesa que se perpetúe una situación de violencia de baja intensidad, que se mantenga un gobierno débil y una oposición débil, que no estalle la violencia y no salpique a los países cercanos.

Esto puede perdurarse ad infinitum
Irán e Irak estuvieron en guerra durante 8 años, imagínate lo que puede pasar en Siria, con una cantidad de nuevas generaciones que, como los yihadistas que han salido de muchos países árabes, que no tienen otra salida más que la rabia y el odio hacia aquellos que pudieran haber ayudado y no lo han hecho

Luego, por tanto, desde Occidente, no nos extraños de los extremismos ni de las reacciones, pues somos en parte culpables de ellas
Habría que analizar porque dos jóvenes de Chechenia deciden poner una bomba durante una maratón .en Boston

Cuando las quemas de coches en París la reacción fue furiosa, pero no se fue al núcleo, no se preguntó por qué estaba sucediendo, que había llevado a ello
Exacto, el problema es que no nos gusta mirarnos al espejo, y cuando nos miramos vemos una sociedad racista, una sociedad que no integra, que no acepta a otras culturas y a otras religiones, como la musulmana. Seguimos mirando por encima del hombro y no queremos mirarnos y ver que hemos fracasado en las políticas de integración de toda esa gente que ha venido a Europa y eso que también nosotros hemos sido inmigrantes.




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