Ha publicado dos libros de poemas, La fiebre (Pre-Textos, 2005, Premio de Poesía Emilio Prados) y Un huésped panorámico (DVD, 2010, Premio de Poesía Ciudad de Burgos). Ha sido becario de literatura en la Residencia de Estudiantes de Madrid entre 2006 y 2008 y actualmente reside en Valencia donde también ejerce la crítica literaria a través de sus colaboraciones en revistas como Poesía Digital, Paraíso, La estafeta del viento y Nayagua. Hablamos con él acerca de su doble faceta artística y otras cosas…
Micmag.net : Poeta y arquitecto. ¿Encuentras alguna relación entre esas dos actividades?
Andrés Navaro : Lo cierto es que no la busco. Para construir un poema sólo hace falta tiempo y papel, mientras que un edificio... Una vez me planteé realizar un libro de proyectos arquitectónicos imposibles. Aunque eso ya lo hizo Étienne-Louis Boullée en el siglo XVIII, o Frank Lloyd Wright, o Borges... Imaginar la vida de la persona que habitará dentro de lo que aún es sólo un dibujo supone un ejercicio de empatía que obliga a dar lo mejor. Pero la arquitectura implica una responsabilidad añadida: se la inflijimos a personas que no van a utilizarla. Está a la vista, es paisaje. El arquitecto compite en belleza con la naturaleza, y claro, lleva las de perder. Hay demasiada arquitectura nefasta que obtiene licencias y se construye, sólo hay que echar un ojo a nuestas ciudades. Un arquitecto debería ser un híbrido entre un sociólogo y un esteta. Y a menudo es lo uno o lo otro, o ninguna de las dos cosas. Por suerte, puedo escribir una tontería sin demasiado riesgo salvo, quizá, para mi propia reputación como autor.
M : La poesía de Un huésped Panorámico, tu último libro, puede resultar difícil, incluso áspera. ¿Te preocupa llegar al lector?
A.N. : Robert Pinget, por boca de Monsieur Songe, decía: si no explicas bastante, te comprenden mal, si explicas demasiado, no te comprenden. El justo medio está en explicar lo suficiente para que te lo reprochen. Escribo para ser leído, pero no es algo en lo que piense demasiado cuando estoy ante un poema. No creo que la poesía se deba leer bajo la óptica de la facilidad y la dificultad. Como lector, prefiero lo que no entiendo del todo. Además, ¿qué es entender sino someter un texto a nuestro raciocinio y nuestras limitaciones? La poesía pide al lector una intelección no racional, sino poética. De otro modo: un poema puede ser un paisaje, pero también una ventana…
M. : Cuando escribes, ¿te mueve algún tipo de compromiso ideológico además del artístico?
A.N. : Sinceramente, no veo diferencia entre uno y otro. La denuncia en arte suele resultar más ventajosa para el artista que para la injusticia denunciada. El compromiso del poeta es, sobre todo, con la lengua. Ahondar en el lenguaje es la mejor vacuna contra la logorrea de los políticos, los cebos de la publicidad, el espejismo consumista, los fanatismos religiosos o la sustitución de la identidad individual por abstracciones colectivas de los nacionalismos. Creo que no peco de optimismo si digo que la poesía, de un modo indirecto, nos enseña a sospechar.
M. : ¿Cómo ves el panorama de la poesía actual en España? ¿Qué autores te interesan?
A.N. : Creo que vivimos un momento raro pero bastante rico en matices. Hay más posibilidades para que poetas singulares encuentren un hueco en las librerías tradicionales, y por supuesto en espacios especializados de internet. Es lo mínimo que se le puede pedir a un poeta, ¿no?, que sea singular.
De los autores consagrados me interesan muchos, he aprendido a leer con ellos. Entre los menores de cuarenta, por poner un límite, sigo con atención lo que van publicando Mariano Peyrou, Julieta Valero, Elena Medel, Rafael Espejo, Mercedes Cebrián, Carlos Pardo, Abraham Grajera, Antonio Lucas o Fruela Fernández, aunque hay muchos más.
[El presente] - Andrés Navarro
En la nevera siempre hay té frío
con hojas de léxico en desuso. Ha llegado
el bello otoño, muy pronto la nieve cubrirá
los quitamiedos, en diciembre alquilaremos buzones,
ordenaremos todos los regalos.
Es bueno veros partir…
Una niña bosteza y luego otra. Le doy
a cada una la historia que coincide con su aspecto.
A mediodía salgo a pedir romero a las gitanas,
sacudo manteles, prendo las chimeneas
mientras los organizadores
se preguntan
si pueden permitirse tanta danza.
Que algún nervio simpático me haga la señal
cuando deba reír, que alguien tome por mí
las decisiones que afectan al olfato.
Os pido un minuto de vergüenza.
El tema es libre.
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